domingo, 7 de agosto de 2011

Cuento para crecer (Parte II) "Comer la galleta con el brazo extendido"

El otro día, recordé un juego que realizamos en el cole; la hermana Marielos, nos pidió a todos ponernos de pie y luego a cada uno nos entregó una galleta, el brazo donde teníamos la galleta tenía que mantenerse extendido (nada de flexionarlo mientras duraba el juego), y el otro brazo no lo podíamos usar por nada,   a la señal del sonido del silbato, contábamos con 40 seg.  para comernos la galleta, eso si, sin flexionar los brazos, por lo que resultaba casi imposible llevarla a la boca, hasta que a una amiga se le ocurrió la buena idea de acercarse a donde estaba yo y darme con su brazo extendido su galleta, y yo al ver lo que hacía,  repetí la misma acción, ambas comimos y ella ganó el premio por tan brillante idea.

No había otra forma mas practica y fácil de comer la galleta, sino dando la nuestra a una amiga y ella a su vez dando la suya a nosotros.    El resto de la clase, incluyéndome a mi, pasamos el tiempo pensando en nosotros mismos, en como resolver nuestro problema de comernos la galleta. Que horror! tantas miradas  limitativas, encerradas en su yo.

La Hna. Marielos nos dejo claro, entre otras ideas que ahora no recuerdo bien, que la genuina educación debe cultivar el valor humano de la entrega y del servicio desinteresado.  Ser plenamente persona implica vivir con y para los demás por amor de Dios.  Que muchas veces Dios está esperando que nos demos a los demás desinteresadamente, para darse El, con todos sus dones y bendiciones a nosotros mismos.

¿Y a ti que te dice este juego? ¿Te gustaría compartirlo?

Termino con un famoso poema de la primera persona y mujer, de América Latina, en ganar el Premio Nobel de Literatura, Gabriela Mistral, te confieso que es uno de mis poemas favoritos:


Toda naturaleza es un anhelo de servicio.
Sirve la nube, sirve el viento, sirve el surco.
Donde haya un árbol que plantar, plántalo tú;
Donde haya un error que enmendar, enmiéndalo tú;
Donde haya un esfuerzo que todos esquivan, acéptalo tú.
Sé el que aparta la piedra del camino, el odio entre los
corazones y las dificultades del problema.

Hay una alegría del ser sano y la de ser justo, pero hay,
sobre todo, la hermosa, la inmensa alegría de servir.
Que triste sería el mundo si todo estuviera hecho,
si no hubiera un rosal que plantar, una empresa que emprender.

Que no te llamen solamente los trabajos fáciles
¡Es tan bello hacer lo que otros esquivan!
Pero no caigas en el error de que sólo se hace mérito
con los grandes trabajos; hay pequeños servicios
que son buenos servicios: ordenar una mesa, ordenar
unos libros, peinar una niña.
Aquel que critica, éste es el que destruye, tu sé el que
sirve. El servir no es faena de seres inferiores.
Dios que da el fruto y la luz, sirve. Pudiera
llamarse así: "El que Sirve". 

Y tiene sus ojos fijos en nuestras manos y nos
pregunta cada día: ¿Serviste hoy? ¿A quién?
¿Al árbol, a tu amigo, a tu madre?


Un abrazo,
cuento para crecer parte I (muerte del Sr. No puedo)
cuento para crecer parte IV (los albañiles que picaban piedras)

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